sábado, 13 de diciembre de 2008

AULA PRECARIA: EL LENGUAJE, EL NIÑO Y LA ESCUELA

Por Luis Jaime Cisneros
Según su columna "aula precaria" que escribe periódicamente para el diario "La República" haré referencia a la que se publicó el día 24 de agosto del 2008 y que se tituló "El lenguaje, el niño y la escuela".
En esta columna, Luis Jaime Cisneros señala que el niño se acostumbra a que la lengua hablada hace alusión a su realidad física y a su realidad espiritual como marco obligado de la comunicación y, con esas armas limpias llega hasta la escuela.
Cisneros señala que en sus prineros años, el niño se ve rodeado por estímulos icónicos que convocan en él pensamiento e imaginación. Asimismo, el niño razona estimulado por lo que ve y, en función de lo que ve y oye, imagina e inventa y va ensanchando el mundo de sus fantasías.
Cuando eramos niños, oíamos lo que decían los otros, pero también los veíamos en forma simultánea actuar y así fuimos apreciándolo con los modos de expresión.
Según Cisneros, la peripecia escolar implica que se posea entrenamiento en la lectura. Leer es un largo y penoso esfuerzo que no ha sido apreciado en todo su rigor por la escuela. Lo malo es que la escuela no suele ser al principio una tarea alegre, porque el maestro o profesor no se esfuerza en mostrarnos los contenidos; sino en instruirnos sobre las formas que hacen accesibles los contenidos. Por esta razón, la realidad de la escritura no es tan placentera para el niño, como fue descubrirse dueño de la lengua oral.
El linguista suizo Ferdinand de Saussure llegó a advertir que hay quienes, porque borronean la escritura, se atribuyen una importancia a la que no tienen derecho. Pero la escritura no es un distorsionador del lenguaje; lo afirma y lo asegura en el tiempo; es la mejor garantía de que nuestros descendientes recibirán nuestro mensaje.
Según Cisneros, leer es volver a crear lo que ha sido creado por y para el lenguaje; y no se trata de identificar cada uno de los significantes y cada uno de los signos. Leer es decodificar la totalidad del sentido.
Según Cisneros, tener ortografía no es un requisito para leer; pero si no hay ejercicio inteligente de lectura, entonces no habrá ortografía.
La ortografía no se puede aprender con reglas, como insinúa la escuela, no es un punto de partida para la lectura. La lectura es una operación que mueve todo el organismo intelectual, todo el sistema linguístico, toda la memoria de nuestra norma de hablantes.
Una vez que se egresa del mundo escolar, siendo dominantes de la comunicación, todavía hay sorpresas esperándonos. Hasta aquí, en lo oral y en lo escrito, nos hemos preocupado sólo del lenguaje que sirve para intercambiar mensajes. En la juventud, el hombre descubre una dimensión importante de la palabra, la cual es su poder de sugerencia, su fuerza expresiva. La palabra ya no solamente dice, sino que conmueve.
Según Cisneros, a las personas les cuesta mucho entender que todo hablante es un creador linguístico. La vida nos va enseñando que el lenguaje tiene recursos para dirigirse un día a la mente y otro día al corazón del hombre, para iluminar los sentidos y conmoverlos con sólo un palabra bien escogida. Es en ese instante que descubrimos que la palabra está hecha de sonido, y la frase, de ritmos y de tonalidades melódicas cargadas de un afán comunicativo y un poder sugeridor.
Para descubrir este lado de la lengua, es necesario que se tenga buenos maestros en la escuela; pero hay veces en que la gente sale de la escuela sin haber tropezado con este lado artístcio de la lengua. Todo esto, indica que no se ha dejado que el muchacho adquiera conciencia de que el mundo del significado está vinculado con la estructura psiquica.
En resumen, Luis Jaime Cisneros señala que el lenguaje nos descubre sensibles, humanos, en aptitud de que el cuerpo se encienda, o se escarapele ante el ardor de un estímulo linguístico.

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